lunes, 16 de abril de 2007

Estirpe de Caín

Yo, que pertenezco al pueblo elegido.
Yo, que nací de la carne y de la sangre
Yo, que al igual que mis hermanos,
estoy maldito con la capacidad de sentir.
Y arrastro mi condena entre llantos,
entre abrazos, entre últimos alientos.
Condenado a sentir las dagas taciturnas.
Condenado a derramar lamentos y presagios.
Condenado sin más, atrapado, malherido.

Por qué, Padre? Por qué tu desidia?
Por qué tu puño en mi vientre?
Por qué tu mirada de rechazo?
Cuantos caminos he de excrutar,
cuantas súplicas he de rezar,
cuantos gritos al cielo alzar
para que tu misericordia cobre sentido?
Cuantas naciones han de claudicar,
cuantas gargantas he de sesgar,
cuanta sangre has de beber
para aplacar tu sed?

Que tu Tierra sufra bajo mis piés
al caminar bajo tu Cielo.
Y que tu Infierno se revuelva
al esperar mi llegada.
Pués tu obra me resulta grotesca.
Tu palabra, injuria.
Y yo reniego de tu luz, que quema mis pupilas.
Reniego de tu voz, que llena de escarcha la razón.
Y quemo tu bandera, y escupo en tu sombra.
Y grito esperando que te falte el aire.

Yo te maldigo, por todas mis heridas.
Yo te maldigo, por cada una de las afrentas.
Por condenarme a sentir. Por hacerme humano.
Por apartar la mirada lejos de tus actos
En nombre de cada hombre y mujer,
de cada miembro de Tu Pueblo.
Yo te maldigo, Padre.
Yo te maldigo...

No hay comentarios: